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La Ventola, en Martínez

Si bien no somos habitués, tampoco es la primera vez que visitamos este lugar, por lo cual estamos en condiciones de recomendarlo con conocimiento de causa. No es un lugar nuevo; de hecho hace casi 20 años que está ahí, al cabo de los cuales ha construido un estilo y una tradición propios.

Se llega descendiendo la barranca de la calle Alvear y girando unos metros a la izquierda luego de cruzar las vías del Tren de la Costa (la dirección precisa es Elcano al 1700). Hay una estación de tren cerca, pero ahora no recuerdo cuál es.

Podría decirse que La Ventola es un establecimiento multifunción: es un restaurante para ir con la familia a almorzar un domingo; también es un restaurante para ir a cenar en pareja o con amigos en un ambiente íntimo; también es un bar y boliche para ir por la noche a tomar unos tragos, escuchar una banda en vivo o bailar.

Lo mejor que tiene, para mi gusto, es la vista del río y el aprovechamiento de ese parque costero en el que uno se puede tirar a tomar sol después de almorzar mientras mira los barcos pasar; los chicos pueden corretear y jugar en hamacas y toboganes, o incluso se puede llegar remando en una canoa o bote, comer algo y luego continuar la travesía náutica. Lógicamente, hay mesas afuera, resguardadas con sombrillas por si el sol se muestra muy agresivo.

A tono con la proximidad del río, la decoración del lugar responde obedientemente a un estilo marinero. Por donde se mire, hay cuadros de viejos capitanes de navíos, veleros a escala, timones, ojos de buey, velas y toda clase de elementos náuticos. Todo muy bien cuidado y conservado. Incluso la madera oscura presente en muebles y revestimientos hace pensar que uno se encuentra dentro de algún antiguo barco.

En cuanto a la comida... nosotros siempre fuimos en fin de semana al mediodía, con lo cual conocemos solamente el menú de almuerzo, el cual es más bien sencillo. No hay una gran variedad de platos, y éstos no son pretenciosos (cosa que, a mi juicio, es un punto a favor). Parrilla, pastas, minutas, algunos mariscos, y no mucho más. En cuanto a postres, nos sorprendió una gigantesca porción de cheese cake con frutos rojos que nos dejó satisfechos a los cuatro. Los precios no son ni muy altos ni muy bajos, y las porciones son abundantes sin exagerar (excepto por el cheese cake, que sí era enorme).

En conclusión, es un lugar que nunca nos ha defraudado, por lo que seguiremos yendo siempre que el clima invite a pasar un mediodía o una noche almorzando o cenando junto al río.
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Dulce Pasión, el café del Disco de Tortuguitas

Ir al súper a hacer las compras no es mi actividad preferida de los fines de semana. Por tal razón, cualquier cosa que contribuya a alivianar tal actividad es bien recibida. Por ejemplo, la expectativa de una buena y relajada merienda luego de hacer las compras.

Cualquiera que haga compras habitualmente en supermercados sabe que el Disco no es de los más económicos; pero cuando uno tiene ganas de encontrar las cosas fácilmente, contar con buenas marcas y productos, y no encontrarse con una larguísima fila en la caja, el diferencial de precio puede estar justificado.

El Disco de Tortuguitas (autopista Panamericana acceso a Pilar, Km. 38) está hecho para los que queremos que la experiencia de hacer las compras en el súper no sea una tarea demasiado ingrata. Es amplio, tiene muchas cosas, hay poca gente, y tiene un detalle muy exclusivo: ofrece a los clientes la posibilidad de hacer las compras con un colector de datos (un aparatito que lee los códigos de barras), para después llevarlo a la caja y que alguien lleve la compra hasta su hogar. Un detalle absolutamente snob que calculo que muy pocos deben usar... aunque resulta simpático y llamativo.

Pero bueno, dejando todo eso de lado, lo que más me gustó de ese supermercado es el café Dulce Pasión, situado en una esquina del edificio. Cuenta con sillones comodísimos, enormes ventanales con vista al parque, y muchas tortas y delicadezas para agasajarse de lo lindo.

No es barato, obviamente, como corresponde a todo comercio ubicado en la zona de influencia de Pilar. Pero viene muy bien para darse un gusto de vez en cuando.

Además de los acompañamientos dulces para el café –que incluyen facturas, budines, tarteletas, mini-cakes (?), brownies, cuadraditos de manzana, mousses y demás– hay cosas saladas como ensaladas y sandwiches “gourmet”, fríos o calientes, para paladares exquisitos. Está bueno para un brunch o para una merienda tardía que puede servir a modo de cena frugal. También hay licuados de frutas diversas y puede ser que tengan helados (no lo recuerdo bien). Si no me equivoco, también tienen Wi-Fi, así que el trabajador móvil tecnófilo puede recalar allí para revisar sus mails y trabajar relajadamente en compañía de un buen café.
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Tortugas Open Mall no es el mejor lugar para ir a comer

El nuevo shopping center de la Zona Norte del Gran Buenos Aires, situado en una posición estratégia de la Panamericana acceso a Pilar, puede ser destacable por su arquitectura y diseño, sus marcas, sus cines, etc., pero la oferta gastronómica no es de lo mejor.

Fuimos un domingo alrededor de las dos de la tarde. Unos atentos guardias nos guiaron amablemente hasta el estacionamiento subterráneo, cosa que fue un plus, ya que el sol no era nada benigno en esos momentos y probablemente hubiese terminado derritiendo el auto.

Ok, las dos de la tarde es seguramente la hora pico para ir a comer un domingo. Pero el patio de comidas no tenía lugar ni siquiera para sentarse, y todos los locales de comida tenían largas filas de hambrientos comensales. Hay un local de pizzas que lamentablemente aún no abrió; de haber estado abierto, seguramente nos hubiera evitado inconvenientes.

Recorrimos todo el shopping en busca de algún restaurante off-patio como tienen ocasionalmente estos centros comerciales (en el Unicenter, por ejemplo, uno puede ir a comer a Il Gatto o Kansas y creer que ya n0 se está en el shopping), pero lo único que encontramos fue un local de The Coffee Store. A falta de otra cosa, decidimos, ya al borde de la inanición, entrar allí.

El lugar es interesante, ya que tiene un balcón con mesas al aire libre y otras mesas sobre un ventanal. Eso, bastante bien. Pero el problema es que, si bien había varias opciones de platos elaborados como para almorzar, y hasta un menú infantil, no deja de ser The Coffee Store; es decir, un lugar para tomar café.

Y en un lugar para tomar café no se puede esperar que haya un gran chef, ¿no? Los platos eran más bien pretenciosos. Lomo nosequé con salteado de verduras, penne rigatti con salsa de queseyó... los nombre prometían, pero los contenidos no cumplían. Los mozos le ponían onda, pero eran mozos de café y no de restaurante (hay una diferencia).

OK, nos sacamos el hambre, la verdad es que no comimos mal, pero hubiésemos esperado algo mejor del Tortugas Open Mall.

De todos modos, quien circule por el corredor Buenos Aires-Pilar puede encontrar una variadísima oferta gastronómica a ambos lados de la Panamericana. Por ejemplo, el café Dulce Pasión, del que hablaremos en un próximo post.
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Quime Huenú, restaurant gourmet y casa de té

--Actualización 14/02/2018: CERRADO--
Se encuentra sobre el camino de ingreso a Los Cardales (ruta 4), a unos metros apenas de la Panamericana Km. 61,5 (justo antes del complejo Sofitel de Cardales). OK, es un poco lejos para los que viven en capital o cerca de ella, pero está bueno para quien vive/se hospeda en las inmediaciones, o para quien –como en nuestro caso– fue a pasar el día a la reserva ecológica de Otamendi y, al ponerse el sol y antes de emprender el regreso a casa, opta por una tomar merienda relajada, bien servida y agradable en todo aspecto posible.

El lugar es muy lindo, a la altura de las fotos con que se lo promociona en folletos y páginas web (suele pasar que uno elige un lugar para ir a comer guiándose por fotos, y al llegar, la realidad es muy distinta; pero no es para nada este caso). Está construido respetando los árboles y la vegetación, asemejando una casa de troncos, con tres plantas diseñadas para aprovechar la vista del campo que se extiende hasta el infinito al otro lado de la calle. El estilo de la construcción imita al de una típica cabaña de los bosques patagónicos. Da gusto recorrerlo en su totalidad, observando los detalles de su delicada decoración y la limpieza del lugar (los baños son un digno ejemplo).

Tanto Gra como yo tenemos cierto recelo por el mote de “patagónico”, del cual muchas veces se abusa como recurso marketinero (por ejemplo, dulces patagónicos que, en realidad, están elaborados en el Gran Buenos Aires). Pero en este caso, el eslogan es “espíritu patagónico” (también la web del lugar, http://www.espiritupatagonico.com), y no está mal, por que tanto los productos que se ofrecen –tés, dulces, etc.– como el ambiente, reflejan el espíritu patagónico que ostenta el eslogan.

Por su clima de intimidad debe ser muy propicio para ir en pareja, ya sea para almorzar, cenar o tomar el té, aunque los niños son bienvenidos. La atención es sumamente esmerada y cordial; nosotros fuimos atendidos por Juan Pablo, un muchacho que rebosa amabilidad, al punto que perfectamente podría ser azafato de una aerolínea de alto nivel.

Nos queda pendiente una segunda visita para almorzar o cenar, y así poner a prueba las características del restaurante y su cocina.
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