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Buddha BA, Asia en Buenos Aires

El Chinatown del barrio de Belgrano ofrece múltiples opciones para comer comida china, y son todas muy parecidas, con ligeras diferencias de precio y calidad. Pero en una esquina de este barrio aparece Buddha BA, un restaurante/casa de té que se diferencia por su espacio, su ambiente y el hecho de que se especializa en cocina asiática, no sólo china.

Una estatua del buda.
Para empezar, Buddha BA está contenido en una gran casa, no en un local comercial, como los demás restaurantes del barrio. Y al contar con ese espacio, se da el lujo de complementar su oferta gastronómica con una galería de arte que exhibe cultura oriental. A pesar de ocupar un inmueble de muchos metros cuadrados, el salón comedor del restaurante es más bien pequeño, conteniendo como mucho unas diez mesas (a esto se suman algunas mesas más en el exterior y un salón anexo que se abre para ir a tomar el té). Por ese motivo es conveniente contar con una reserva antes de ir a cenar un viernes o un sábado.

El ambiente es relajado, con una cuidada decoración en donde pueden verse imágenes de budas meditando y otros motivos asiáticos. Los mozos son argentinos pero conocen bien las opciones de la carta como para asesorar adecuadamente a los comensales. Y hablando de la carta, ésta es por demás escueta (como le gustaría al chef Gordon Ramsay) y con nombres curiosos. No aparecen los tradicionales platos chinos (chow-fan, chow-mien, chop-suey; con cerdo, con carne, con camarones, con pollo, mixto…) sino preparaciones originales y bien diseñadas.


Para nuestra cena, la elección no fue sencilla; de hecho, nos quedamos con ganas de probar unos cuantos platos que esperamos poder degustar en una próxima visita. Para mantenernos dentro de nuestro presupuesto, dejamos de lado los platos más costosos (a base de salmón o de langostinos) y decidimos pedir dos entradas para repartir entre los cuatro, y luego dos platos principales, también para los cuatro. Las entradas fueron Árbol de la vida (ravioles asiáticos de cerdo a la plancha) y Paté imperial (arrolladitos fritos de pollo y hongos), y los platos principales, Lágrimas de Buddha (fideos salteados con pollo, jengibre y verduras) y Jimbarambay (que suena a paraguayo pero sospecho que está mal escrito en el menú, seguramente se refiere a Jimbaran Bay, un paradisíaco lugar en Bali; el plato consiste en lomo cortado en trozos y salteado con ananá, salsa de ostras y papas crocantes).

Paté imperial.
El Árbol de la vida estaba hermosamente presentado: los ravioles estaban dispuestos como las hojas de un árbol dibujado en el plato, usando la reducción de salsa de soja como tinta, y con rodajitas de pepino simulando las raíces. Los arrollados que integraban el paté imperial se acompañaban con una salsa o caldo vietnamita de sabor exótico pero muy interesante. Los fideos salteados, ricos pero más bien convencionales en lo que a comida china se refiere, y el Jimbarambay no tenía desperdicio. Incluso el ananá que lo acompañaba resultaba sabroso hasta para quienes no disfrutan de acompañar con frutas a los platos salados.

Árbol de la vida.
No acompañamos la cena ni con vino ni con postres, ya que estos dos aspectos de la carta eran mínimos (y mi eterna condición de conductor designado me impedía ingerir alcohol). Tal vez por haber omitido el postre nos quedamos sin el té de cortesía que el mozo ofreció en otras mesas.

Y ahora, las opiniones individuales:

Pablín el pequeño: me gustó todo. Lo que más me gustó fueron los ravioles. El lugar era lindo y los mozos eran muy amables.

Gra la mamá: todos los platos estuvieron muy ricos y muy bien presentados, especialmente el árbol de la vida. La decoración está muy bien cuidada, se crea un clima íntimo. Los mozos son muy amables y atentos.

Nacho el adolescente: la comida es excelente, aunque la descripción de los platos no es convincente, no tiene suficiente detalle para decidir. Hay que arriesgarse si uno no conoce los platos, pero vale la pena el riesgo. El lugar estaba muy concurrido por parejas y personas mayores.

Gus el que suscribe: no es nada caro para el nivel del restaurante y resulta una excelente opción para quienes gustan de los sabores asiáticos. El chinatown de Belgrano es un lugar complicado para ir con auto; tuvimos suerte en encontrar un lugar para estacionar a pocos metros. Las opciones de postres son escasas, pero se puede optar por un helado Melona comprado en alguno de los comercios chinos de las inmediaciones.

Jimbarambay.
Ambiente relajado.

Lágrimas de Buddha.

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