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Restaurante Barbarroja, en Escobar (hay que ir con tiempo)

Quizás fue mala suerte, pero no resultó ser una buena experiencia. Habíamos ido hace muchos años, cuando el restaurante estaba en el edificio circular del complejo Barbarroja, y en aquél entonces nos había dejado una agradable impresión por sus platos originales y su ambiente piratesco y novedoso (me acuerdo que los grandes ventanales del edificio le daban al salón una iluminación natural que hacía pensar que uno estaba en altamar). Esta vez, nos encontramos con que el restaurante se mudó a otro edificio del complejo, mucho menos interesante que el que recordábamos, sin aquella iluminación natural (con unas ventanas comunes y corrientes), y supuestamente decorado como un barco... pero si no te lo dicen, es como que no te das cuenta. Los mozos/as están disfrazados/as de piratas, eso sí. Y es precisamente con los mozos que tuvimos el problema.

Quizás fuimos castigados por haber ido un viernes santo a comer productos cárnicos, o quizás por ser feriado había menos mozos que otros días, pero la cuestión fue que prácticamente teníamos que rogarle a los mozos que nos atendieran. Éstos pasaban junto a nuestra mesa ignorándonos completamente. Hasta que le gritamos a un mozo que pasó que por favor nos trajera un menú. Entonces ese mozo llamó a la moza que nos tocaba por la ubicación de nuestra mesa (tal vez si hubiésemos elegido otra mesa, la cosa habría sido diferente) y ésta nos trajo el menú y desapareció nuevamente. Cada vez que la necesitábamos, ya sea para tomar nuestra orden, para traer la comida, para pedirle sal, o incluso para pedirle la cuenta, debíamos llamarla poco menos que a gritos.

La comida es buena, destacándose los platos tipo alemanes (con interesantes variedades de salchichas), aunque no estaban los platos originales que recordábamos de la primera vez que fuimos. Es que, aparentemente, además de cambiar de edificio cambiaron el chef o el estilo de la comida. O quizás concesionaron el restaurante a otra gente, vaya uno a saber. Además no es barato; hay que ir dispuesto a pagar el equivalente a un restaurante con cocina de autor. Y lo más destacable son las cervezas. Por que, para quien no conoce, Barbarroja es ante todo una fábrica de cerveza emplazada en el complejo homónimo que, además de restaurante, tiene un amplio terreno de esparcimiento para quedarse a pasar el día, e incluso unas cabañas (en forma de vagones de tren) para pasar algunas noches. Entonces, volviendo a la cerveza, vale la pena acompañar la comida degustando alguna de las muchas variantes de esa bebida que se ofrecen en el lugar, y antes de irse, pasar por la tienda a llevarse algunas botellas más para seguir tomando en casa. Aunque tampoco son baratas (si no me equivoco, el precio es igual o mayor al que se consiguen en el súper). Lo interesante (que no pude probar, por que yo era el único que tomaba cerveza) son unas chopperas de mesa de distintos tamaños que permiten disfrutar de cerveza tirada durante toda la comida.

Si no fuera por que el almuerzo duró casi cuatro horas, en las cuales la mayor parte del tiempo lo pasamos esperando a la moza (que obviamente se quedó sin propina), la cosa no hubiera estado tan mal. Es que la idea de ese día era comer algo ligero y después quedarnos tomando mate y difrutando del parque del complejo, cosa que no pudimos hacer por que cuando terminó el almuerzo ya se estaba poniendo el sol. Una verdadera lástima.

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