La comida es buena, destacándose los platos tipo alemanes (con interesantes variedades de salchichas), aunque no estaban los platos originales que recordábamos de la primera vez que fuimos. Es que, aparentemente, además de cambiar de edificio cambiaron el chef o el estilo de la comida. O quizás concesionaron el restaurante a otra gente, vaya uno a saber. Además no es barato; hay que ir dispuesto a pagar el equivalente a un restaurante con cocina de autor. Y lo más destacable son las cervezas. Por que, para quien no conoce, Barbarroja es ante todo una fábrica de cerveza emplazada en el complejo homónimo que, además de restaurante, tiene un amplio terreno de esparcimiento para quedarse a pasar el día, e incluso unas cabañas (en forma de vagones de tren) para pasar algunas noches. Entonces, volviendo a la cerveza, vale la pena acompañar la comida degustando alguna de las muchas variantes de esa bebida que se ofrecen en el lugar, y antes de irse, pasar por la tienda a llevarse algunas botellas más para seguir tomando en casa. Aunque tampoco son baratas (si no me equivoco, el precio es igual o mayor al que se consiguen en el súper). Lo interesante (que no pude probar, por que yo era el único que tomaba cerveza) son unas chopperas de mesa de distintos tamaños que permiten disfrutar de cerveza tirada durante toda la comida.Si no fuera por que el almuerzo duró casi cuatro horas, en las cuales la mayor parte del tiempo lo pasamos esperando a la moza (que obviamente se quedó sin propina), la cosa no hubiera estado tan mal. Es que la idea de ese día era comer algo ligero y después quedarnos tomando mate y difrutando del parque del complejo, cosa que no pudimos hacer por que cuando terminó el almuerzo ya se estaba poniendo el sol. Una verdadera lástima.






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