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Rincón Jumbo de Escobar: ¿Y el servicio?

Esta historia rompe la tradición de las que habitualmente publicamos en este sitio, por que, en general, primero comemos, y luego lo contamos. En este caso, lamentablemente, no pudimos comer. Y como nos olvidamos de pedir el libro de quejas para asentar nuestras protestas como corresponde, usamos este espacio para que nuestro caso se haga público. A continuación, los hechos.

Comensales en Rincón Jumbo (no nosotros, claro)
Eran las 14:50 del jueves 18 de julio de 2013. Llegamos al Rincón Jumbo de Escobar sabiendo que su horario de atención culmina a las 15:00, cosa que nos daba tranquilidad de que podríamos comer. Sin embargo, había un cordón que impedía el acceso al salón comedor. Dado que el impedimento del cordón parecía más simbólico que práctico, decidimos trasponerlo, tras lo cual una empleada nos advirtió: "ya está cerrado".

Le contestamos que todavía no eran las 15:00, cosa que argumentó diciendo que estaba sola, que la cajera ya se estaba por retirar y que ella debía atender el mostrador de cafetería.

No había otros comensales pendientes de atender después de nosotros. La comida estaba todavía caliente en las bateas, la vajilla dispuesta para el autoservicio, es decir, todo estaba en condiciones como para que se nos diera el servicio de almuerzo que correspondía. No le llevaría más de 5 minutos despacharnos y dejarnos conformes, para luego volver a atender el mostrador de cafetería. Pero no.

Quizás el error fue nuestro por suponer que el Rincón Jumbo es un verdadero restaurante. Un restaurante se atiende con vocación de servicio. El Rincón Jumbo, en cambio, es atendido por cajeras de supermercado cuyo único interés es el de terminar su turno lo antes posible y retirarse.

Un verdadero restaurante es, por ejemplo, Miradas al Río, un lugar también aledaño a un supermercado, que a pesar de su perfil bajo y sin demasiadas pretensiones, está atendido por personas cuyo principal interés es dejar felices a sus clientes. Rincón Jumbo seguirá existiendo por que está junto a un hipermercado del que salen hordas de gente hambrienta y con dinero, pero seamos claros: no es un verdadero restaurante.

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Tao Tao, comida china tradicional en Belgrano

Bocaditos de pollo, tan ricos como simples.
Existen varias opciones cuando de comer comida china se trata. Una es comprar en una rotisería. En Capital abundan las rotiserías chinas, particularmente en las inmediaciones de mi domicilio laboral (barrio de San Cristóbal). Son todas muy parecidas; todas tienen arrolladitos primavera, won-ton, chow-fan, chow-mein, chop-suey, y la opción de combinar éstos con pollo, carne, cerdo, camarones o un poco de cada cosa. Todas presentan una calidad semejante y aceptable de la comida, y una higiene como mínimo cuestionable.

La otra opción (en orden creciente de costo, si se quiere) es ir a un tenedor libre. Antes los tenedores libres eran exclusivamente de comida china; hoy en general son de "cocina internacional": hay diferentes secciones, con pastas, parrilla y -lógicamente- comida oriental, aunque esta última incluye pocas preparaciones tradicionales chinas junto con discretas opciones de sushi.

Rabas con un toque oriental.
La tercera opción, la más acertada y a la vez costosa, es ir a un tradicional restaurante chino. De esos que están desde hace décadas y los dueños son los mismos chinos que los fundaron (o quizás sus descendientes). Y también, de esos que sobrevivieron a la época de la psicosis colectiva originada por la leyenda urbana que contaba sobre el hallazgo de huesos de roedor en una preparación. Tao Tao es uno de los baluartes de este último grupo de restaurantes chinos (si bien vecinos de Belgrano me han contado que estuvo clausurado algún tiempo, justamente por la posibilidad de que aquella leyenda urbana fuera cierta).

Lo cierto es que actualmente no se encuentran roedores en las preparaciones, y éstas están hechas con esmero y en una cocina visible que permite apreciar el cuidado puesto en cuestiones de higiene y salubridad.
Tao Tao parece ser de esos lugares a los que uno puede dejar de ir durante décadas, y tener la tranquilidad de que, al volver, todo será igual que como era. Hablando, claro, del ambiente agradable, las mesas redondas (un par nomás) con centros giratorios que facilitan compartir la comida, la siempre llamativa decoración oriental, entre otras bondades. Por suerte el menú no es constante, con una sección de platos de autor que el chef diseña con mucho cuidado y que los mozos (a pesar de no ser chinos) saben explicar al detalle.

Tiramisú. Nada de chino, pero muy rico.
Por ejemplo, en nuestra última visita aprendí la diferencia entre comida dulce (no postres, aclaro: comida dulce) y comida agridulce. "En la comida dulce se combinan sabores dulces y salados; en la agridulce, en cambio, se combina el vinagre con lo dulce", explicó el mozo. Y luego de esta explicación, opté por un plato de pollo (si mal no recuerdo se llamaba Pollo Tao Tao) que era, tal como había explicado el mozo, dulce y salado. Tenía rodajas de manzana, bastante gengibre, una salsa caramelosa y un sabor exquisito.

Había muchas otras opciones llamativas y singulares, como el cerdo a la mongolesa y pollo kung pao, que quedarán para probar en una próxima visita.
Para los más tradicionalistas, también están los típicos platos que pueden conseguirse en las rotiserías, como chow fan, chop suey, etc. Además, el restaurante tiene también delivery y "take-out", funcionando como una rotisería premium, para quienes prefieren degustar los platos en la tranquili
dad de sus propias casas.
Es recomendable ir en un grupo grande y ocupar una de las mesas redondas con centro giratorio para poder pedir muchos platos distintos y probar un poco de cada uno.

El notable farol chino que ilumina uno de los varios ambientes de Tao Tao.

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