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Florida Restó, un tesoro encontrado

Fachada del siglo pasado
En Comer Para Contarlo nos gusta buscar tesoros escondidos; entiéndase por tesoros escondidos a esos restaurantes que no se encuentran en barrios de moda ni en avenidas concurridas, que no están ambientados por decoradores de renombrada fama y que no buscan nombres rimbombantes para sus platos, pero que, sin embargo, en sus menúes aparecen exquisiteces que avergonzarían a más de uno de esos chefs que le pone a sus preparaciones el mote de "cocina de autor". Y cuando encontramos uno de esos tesoros, nos llenamos de satisfacción.

Es lo que nos ocurrió el sábado pasado, cuando fuimos a comer a Florida Restó. Este restaurante se encuentra en la esquina de Roca y Mitre, en el barrio de Villa Martelli. Quienes conocen a la avenida Mitre saben que en ella pueden encontrar repuestos automotores de cualquier marca, talleres mecánicos, ropa a precio de fábrica y alguna que otra pieza para reparar maquinaria industrial. Pero no abundan los sitios para ir a comer, y los pocos que hay en general sólo ofrecen algo para comer al paso.

Pescados y mariscos
Por cuestiones de trabajo paso habitualmente por la esquina de Roca y Mitre. Cuando observaba de afuera el local de Florida Restó, pensaba que se trataba de un típico restaurante de barrio, con sus consabidos carteles de "pida flan con crema" y "minutas a toda hora". Ignoraba el tesoro que ocultaban esas paredes de casa antigua de los suburbios, hasta que reparé en las pizarras y carteles exteriores, en donde se mencionaban platos con pescados y mariscos; eso me hizo suponer que no se trataba de un restaurante de barrio más.

El ambiente es sencillo pero amable, al igual que los mozos. Al ver la carta descubrimos que había muchas opciones interesantes, y que los precios eran más que razonables. Los chicos optaron por las opciones más "seguras" -sorrentinos de jamón y queso, bastoncitos de mozzarela- mientras que los grandes nos animamos a cosas más rebuscadas: una "tabla de mar" que prometía rabas, langostinos, mejillones y bastoncitos de salmón, todo por separado, y una merluza rellena cubierta con salsa de limón.

Tabla de mar
La tabla de mar fue otro tesoro descubierto. El menú mencionaba simplemente langostinos y mejillones, pero no aclaraba que los primeros venían cubiertos por una reducción de vino y salsa de soja, mientras que los segundos venían tapados por un suave gratén de salsa blanca y queso. Ni tampoco que en la tabla se incluía un pote de salsa tártara para acompañar ya sea a las rabas o a los bastoncitos de salmón empanados.

Y la merluza no se quedaba atrás: la salsa de limón, apenas ácida, armonizaba en forma excelente con el relleno de verduras salteadas, y para convertir a todo eso en un plato en verdad suculento, se presentaba rodeado de abundantes papines con cáscara (que quedaban geniales con la salsa de limón).

Después de disfrutar esos platos, creímos que los postres no tendrían tanto esmero en su preparación. Supusimos que encontraríamos las opciones comunes a los restaurantes de barrio: flan, budín de pan, ensalada de frutas, helado de dos bochas... otra vez, nos equivocamos. Pedimos mousse de maracuyá, brownie con helado de crema y frutos rojos, y apple crumble con helado de crema. No encontramos nada para criticar en los postres, todos fueron perfectos.

Merluza rellena con salsa de limón
Hubiésemos querido cerrar la cena con un café, pero había pasado la medianoche y el clima lluvioso del fin de semana no invitaba a quedarse, así que dejamos la degustación del café para una futura visita. Visita que esperamos poder hacer pronto, para conocer las otras tentadoras opciones que ofrece el menú. En Comer para Contarlo no solemos dar puntuación a los lugares que visitamos, pero si lo hiciéramos, a Florida Restó lo premiaríamos con nuestros ocho pulgares arriba.


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2 comentarios:

Hector Lombardo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Hector Lombardo dijo...

El lugar es lindo, atrayente desde afuera, pero No tanto tesoro eh!... la atencion del mozo fue pésima, que les parece a uds si piden arroz con langostinos y hongos, todos tenemos claro que el arroz es blanco, pero te llevas la sorpresa cuando te llega el plato que el arroz es negro, y el mozo, no tuvo la deferencia de prevenirte este detalle, lo cual no es menor porque no distinguis lo que te sirvieron, luego cuando te presentan la cuenta te la acompañan con un formulario de encuesta sobre el servicio, no te traen una lapicera... la pedis y tardan mil años en traertela ... pagué, me levante y me fui por supuesto sin dejar propina.

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