Se encuentra sobre el camino de ingreso a Los Cardales (ruta 4), a unos metros apenas de la Panamericana Km. 61,5 (justo antes del complejo Sofitel de Cardales). OK, es un poco lejos para los que viven en capital o cerca de ella, pero está bueno para quien vive/se hospeda en las inmediaciones, o para quien –como en nuestro caso– fue a pasar el día a la reserva ecológica de Otamendi y, al ponerse el sol y antes de emprender el regreso a casa, opta por una tomar merienda relajada, bien servida y agradable en todo aspecto posible.

Tanto Gra como yo tenemos cierto recelo por el mote de “patagónico”, del cual muchas veces se abusa como recurso marketinero (por ejemplo, dulces patagónicos que, en realidad, están elaborados en el Gran Buenos Aires). Pero en este caso, el eslogan es “espíritu patagónico” (también la web del lugar, http://www.espiritupatagonico.com), y no está mal, por que tanto los productos que se ofrecen –tés, dulces, etc.– como el ambiente, reflejan el espíritu patagónico que ostenta el eslogan.
Por su clima de intimidad debe ser muy propicio para ir en pareja, ya sea para almorzar, cenar o tomar el té, aunque los niños son bienvenidos. La atención es sumamente esmerada y cordial; nosotros fuimos atendidos por Juan Pablo, un muchacho que rebosa amabilidad, al punto que perfectamente podría ser azafato de una aerolínea de alto nivel.
Nos queda pendiente una segunda visita para almorzar o cenar, y así poner a prueba las características del restaurante y su cocina.