
Como no quisimos resignarnos a volver a casa con las panzas vacías, comenzamos a buscar otro restaurante por la zona. En el bajo de San Isidro, particularmente sobre las calles que van desde el Tren de la Costa hasta el puerto, hay numerosas opciones, si bien no son muy variadas gastronómicamente hablando; básicamente, parrilla y pastas, y creo que algún sushi.
Después de dar algunas vueltas manzanas recalamos en Pago de la Costa, restaurante que, además de parrilla y pastas, ofrecía mariscos como opción. No es algo tan exótico como la comida hindú, pero a falta de una mejor opción, vino bien para salvar la noche.
El menú nos s
El resto del los platos servidos (destinados a los chicos) cumplieron con creces las expectativas: rabas, milanesa de pollo y chorizo.
En cuanto a las bebidas, hubo un par de opciones en el menú que llamaron mi atención: sangría y clericó. Acompañar la comida con sangría, en lugar de un tradicional vino, fue una variante original que nos dejó un grato recuerdo de aquella cena.
Más allá de la parte gastronómica, el lugar tiene varios aspectos a su favor: una gran capacidad, distintos ambientes para distintos gustos (mesas interiores y exteriores, algunas de estas últimas al aire libre, otras bajo una galería, y otras bajo una parra), estacionamiento propio, juegos para niños y un estanque con patos sobrealimentados con los pedacitos de pan que les arrojan los pequeñuelos. Afortunadamente, en el menú no había platos con pato...
Un detalle muy favorable (que probablemente sea mérito de la moza que nos atendió) fue el hecho de que los platos de los niños salieron enseguida, cosa de que pudieran comer sin esperas e irse a los juegos o a ver a los patos, dejándonos a los adultos disfrutar tranquilamente de la cena.