Una estatua del buda. |
El ambiente es relajado, con una cuidada decoración en donde pueden verse imágenes de budas meditando y otros motivos asiáticos. Los mozos son argentinos pero conocen bien las opciones de la carta como para asesorar adecuadamente a los comensales. Y hablando de la carta, ésta es por demás escueta (como le gustaría al chef Gordon Ramsay) y con nombres curiosos. No aparecen los tradicionales platos chinos (chow-fan, chow-mien, chop-suey; con cerdo, con carne, con camarones, con pollo, mixto…) sino preparaciones originales y bien diseñadas.
Para nuestra cena, la elección no fue sencilla; de hecho, nos quedamos con ganas de probar unos cuantos platos que esperamos poder degustar en una próxima visita. Para mantenernos dentro de nuestro presupuesto, dejamos de lado los platos más costosos (a base de salmón o de langostinos) y decidimos pedir dos entradas para repartir entre los cuatro, y luego dos platos principales, también para los cuatro. Las entradas fueron Árbol de la vida (ravioles asiáticos de cerdo a la plancha) y Paté imperial (arrolladitos fritos de pollo y hongos), y los platos principales, Lágrimas de Buddha (fideos salteados con pollo, jengibre y verduras) y Jimbarambay (que suena a paraguayo pero sospecho que está mal escrito en el menú, seguramente se refiere a Jimbaran Bay, un paradisíaco lugar en Bali; el plato consiste en lomo cortado en trozos y salteado con ananá, salsa de ostras y papas crocantes).
Paté imperial. |
Árbol de la vida. |
Y ahora, las opiniones individuales:
Pablín el pequeño: me gustó todo. Lo que más me gustó fueron los ravioles. El lugar era lindo y los mozos eran muy amables.
Gra la mamá: todos los platos estuvieron muy ricos y muy bien presentados, especialmente el árbol de la vida. La decoración está muy bien cuidada, se crea un clima íntimo. Los mozos son muy amables y atentos.
Nacho el adolescente: la comida es excelente, aunque la descripción de los platos no es convincente, no tiene suficiente detalle para decidir. Hay que arriesgarse si uno no conoce los platos, pero vale la pena el riesgo. El lugar estaba muy concurrido por parejas y personas mayores.
Gus el que suscribe: no es nada caro para el nivel del restaurante y resulta una excelente opción para quienes gustan de los sabores asiáticos. El chinatown de Belgrano es un lugar complicado para ir con auto; tuvimos suerte en encontrar un lugar para estacionar a pocos metros. Las opciones de postres son escasas, pero se puede optar por un helado Melona comprado en alguno de los comercios chinos de las inmediaciones.
Jimbarambay. |
Ambiente relajado. |
Lágrimas de Buddha. |