RSS

Hostería Dei Bù e Bei: mi nuevo plan A en Carrasco

A veces las cosas no salen como las planeamos, sino que salen mejor. Mi experiencia saliendo a comer a la Hostería Dei Bù e Bei fue un ejemplo. A continuación, el relato.

Vengo a Carrasco con cierta asiduidad por cuestiones de trabajo, y a la hora de cenar, voy agotando las opciones cercanas al hotel donde me hospedo: La Pasiva, Restaurante García, Don Peperone, y no mucho más. Al no contar con movilidad propia (ni ganas de gastar en taxis), debo conformarme con las opciones que están sobre Av. Arocena.

Hostería Dei Bú e Bei
Entrada de la Hostería
En esta visita se me amplió un poco el panorama, ya que debí hospedarme en un hotel un poco más lejano para el lado del centro. Aprovechando este cambio de geografía quise visitar un parador que hay sobre la playa y se especializa en pescados y mariscos. Ese era mi plan A. Pero con tristeza descubrí que cerraba muy temprano, y a las 9 de la noche ya sus dueños habían cerrado el ingreso. Entonces tuve que recurrir al plan B: un lugar que me había llamado la atención por su aspecto acogedor cuando pasé por la tarde en una recorrida ciclística: la Hostería Dei Bù e Bei.

Decoración con predominio amarillo
Ya al entrar, el ambiente me recibió con los brazos abiertos: me encontré con un sitio pequeño (10 mesas, de las cuales sólo 2 estaban ocupadas), con decoración sobria (es todo muy amarillo, me pregunto por qué), una música suave, y una moza joven con una sonrisa amable que me ubicó en una cómoda mesa para uno.

Temía ver la carta y encontrarme con precios exorbitantes, pero me sorprendió lo moderado de los mismos. En las opciones había muchas variedades de pizzas (el dueño es italiano, si bien yo no calificaría a este restaurante como de cocina italiana), algunas pastas, pocas carnes y -lo que yo buscaba- pesca del día. Supuse que "pesca del día" significaba comer lo que había pescado el chef durante el día, pero no fue así. La pesca del día era una merluza azul (?) traída de Nueva Zelanda. En su impecable desempeño, la moza me explicó las opciones de salsas que podían acompañar al pescado (es que en la carta estaban en italiano, y requerían traducción). Había dos salsas con crema, que yo prefería evitar, y una cuyo nombre no recuerdo, pero que era a base de alcaparras, aceitunas y hongos. Obviamente esa última fue mi elección; una elección por demás acertada, creo.

Enorme filet de merluza azul
La merluza, tal como la misma moza la describió, parecía más bien un tiburón por su tamaño. Nunca comí un filet de merluza tan grande. Y mal que le pese a mi madre, cuyos filetes de merluza están entre los agradables recuerdos gustativos de mi niñez, creo que nunca comí uno tan rico. El acompañamiento eran unos suaves papines rústicos con apenas una rociada de aceite de oliva y ciboulette. Un plato simple, abundante y muy rico. Para acompañarlo pedí una copa de vino blanco, que por ser sólo una copa, había que conformarse con el que estuviera abierto (la moza me dijo que era un Sauvignon Blanc Salentein, o algo así) y resultó perfecto para acompañar al pescado.

No hubo espacio para postre, ya que ese gigante filet agotó mi capacidad; sólo pude sumar un pocillo de café Lavazza.

En futuras visitas a Carrasco, ya sé cuál será mi opción de preferencia para ir a cenar; aún cuando deba tomar un taxi para llegar.

  • Digg
  • Del.icio.us
  • StumbleUpon
  • Reddit
  • RSS

0 comentarios:

Publicar un comentario